¿Qué pasa en Palestina?

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En Palestina pasan cosas. Porque hay que llamar así a los territorios ocupados por Israel desde 1948: Palestina. Con toda la carga que ello comporta de reconocimiento a un Estado que tiene los mismos derechos a existir que el establecido en 1948, con el beneplácito de la ONU, en las tierras bíblicas de los “patriarcas”, por cierto venerados por ambas religiones: judaísmo e islam. En el trasfondo: la mala conciencia de Europa por el Holocausto.

Pero Palestina existe y en Palestina pasan cosas atroces. El Ejército israelí dispara a manifestantes desarmados por la espalda, bombardea núcleos de población civil como Gaza, levanta muros, establece “check points” que convierten los desplazamientos de los palestinos en una misión casi imposible, ciega pozos y arrasa campos de cultivo en los territorios ocupados… y también mata periodistas para que no cuenten estas barbaridades. Intereses mandan: la comunidad internacional se lo contempla con indiferencia. Incluso algunos y algunas columnistas justifican la agresiva política del ocupante Gobierno israelí. ¡Inaudito!

No quieren testigos. La semana pasada, un fotógrafo de la agencia AFP, Mohammed Al-Baba que llevaba 20 años informando del conflicto palestino-israelí desde Gaza, fue abatido por un francotirador que le destrozó la pierna mientras trabajaba.

Los “viernes negros” en Haram el Sharif o Explanada de las Mezquitas se suceden desde hace meses aprovechando que la atención internacional se halla focalizada en los desmadres de Trump y su gira europea y asiática. Igualmente las intervenciones militares israelíes en Gaza. El pasado día 8 contabilizó tres palestinos muertos, incluido un niño de 13 años. Con tres entierros quedó sellado en Gaza en último viernes de este Ramadán.

Gaza es una estrecha franja a la que se accede desde Israel por la frontera de Eretz  que es el término que usa el Estado hebreo para reivindicar lo que ellos llaman “tierra del retorno” del pueblo hebreo a las tierras bíblicas, incluidas Judea y Samaria o sea, también la Cisjordania administrada por Israel desde 1967 aunque no anexionada como sí ocurrió con Jerusalén-Este, incluida administrativamente como “distrito de Jerusalén” capital históricamente irredenta del “Estado judío.

El hecho es que unos doce mil palestinos, convocados por el movimiento islamista Hamás, se manifestaban contra la ocupación coincidiendo con el 49 aniversario de la “Guerra de los seis días”, en la que Israel fulminó toda la aviación egipcia en sus bases casi anticipándose al inicio de la contienda bélica. Cierto que algunos manifestantes lanzaron drones cargados de explosivos, piedras y granadas caseras, pero cuando el potencial de fuego es tan descomunal y desequilibrado en favor del Estado invasor no vale decir que “las tropas están respondiendo con medios de dispersión de masas y operan de acuerdo con las normas”. ¿Qué normas?

La verdad es que desde primeros de abril, Israel ha matado a 120 palestinos para reprimir la oleada de protestas reivindicando el “derecho al retorno” a las tierras bíblicas de los palestinos que tuvieron que huir tras la guerra que siguió en 1948 a la creación del Estado de Israel en la tierra palestina.  Si a ello se le añade el bloqueo que sufre la Franja de Gaza desde hace más de diez años y el desafío que ha supuesto el traslado de la Embajada americana a Jerusalén, que se supone capital de ambos pueblos,  puede  colegirse la tensión que reina en la frontera de Eretz.

Con la atención mundial desviada a otros escenarios de intereses “más occidentales” por llamarlo de una forma suave, lo que ocurre  ya no digo en Siria, en donde El Assad sigue matando a mansalva, si no también lo que sucede en el enquistado conflicto de Oriente Medio: la política opresora y represora del Gobierno de Israel sobre las tierras de Palestina sigue importando un rábano a las organizaciones internacionales y hasta a la opinión pública volcada hoy en los nuevos escenarios que configuran un mundo  multipolar con intereses entrecruzados y muchas veces  espurios.

María Dolores Masana Argüelles

Ex presidenta de Reporteros Sin Fronteras y vocal de la Junta Directiva