CHINA | Carta de Hu Jia sobre la situación de los derechos humanos en China

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| Carta de Hu Jia sobre la situación de los derechos humanos en China
15.12.2011 12:12

Reporteros Sin Fronteras reproduce el mensaje escrito por el disidente Hu Jia el día 10 de diciembre, día de la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz. Jia, apadrinado por varios periodistas españoles -como Maruja Torres, Iñaki Gabilondo y Tito Dragó- mientras estuvo encarcelado por las autoridades chinas, fue puesto en libertad en junio de este año tras cumplir una sentencia de tres años y medio de cárcel. En 2008 el Parlamento Europeo le otorgó el Premio Sajarov a la libertad de conciencia y recientemente ha escrito al Comité del Premio Nobel, a la comunidad internacional y a la población china para manifiestar su apoyo al premio Nóbel de la Paz 2010, Liu Xiaobo, aún encarcelado, y a su esposa Liu Xia, así como a todos aquellos que son víctimas de la censura y que se encuentran privados de su derecho a la libertad de expresión.



Señoras y señores,

 saludos desde Beijing.



Hoy, 10 de diciembre, es el Día de los Derechos Humanos, un día dedicado a la libertad, a la justicia y a la paz en todo el mundo. También es el día en el que se otorga el Premio Nobel de la Paz. Un día que pertenece a toda la humanidad y honra a todos los que luchan por la paz en el mundo. Ningún otro día tiene este doble significado y se afirma como ahora la importancia del respeto a los derechos humanos.



En primer lugar, permítanme que haga un breve resumen de mi experiencia sobre el Premio Nobel de la Paz. Hace dos días, el 8 de diciembre, fue el tercer aniversario de la detención de Liu Xiaobo, premio Nobel de la Paz 2010. Fue el día más frío de este invierno en Beijing. Pretendía ir al barrio de las personas sin hogar que piden limosna, porque quería ayudarlas a resistir el frío y el hambre. Pero, cuando estaba en camino, la policía política de Beijing me impidió la entrada a ese «pueblo.» ¿Por qué? Todavía no entiendo la forma de pensar de este gobierno autoritario. La policía política del Partido Comunista Chino considara enemiga una acción humanitaria. Por no hablar de los derechos humanos.

El 9 de agosto, camino del hospital al que acudo para recibir tratamiento, decidí ir a casa de Liu Xiaobo para visitar a su esposa, Liu Xia, esquivando a la policía política. Fui rápidamente interceptado por los guardias que mantienen su vivienda bajo vigilancia. Les pregunté qué base legal tenían para impedirme visitar a los amigos y restringir la libertad de Liu Xia. Inmediatamente llegó el agente responsable su vigilancia y me detuvo durante seis horas. Esto es lo que sucede cuando los ciudadanos libres tratan de visitar a otros ciudadanos libres. Una de las tres órdenes explícitas que recibí, en septiembre, fue que tenía totalmente prohibido ir a la casa de Liu Xiaobo para visitar a Liu Xia.



Como testigo directo, quisiera dar mi testimonio y transmitir a todas las instituciones gubernamentales internacionales, a todas las organizaciones de derechos humanos y a todos los medios de comunicación, que Liu Xia está detenida de manera totalmente ilegal y que lleva una vida carente de cualquier libertad. Ni siquiera el hermano de Liu Xiaobo puede comunicarse con ella. Todas las declaraciones de las autoridades chinas sobre su situación son mentiras.

 Cuando alguien se convierte en un prisionero político en China, sus padres, cónyuge e hijos se convierten también en prisioneros políticos. Las personas directamente responsables de estas violaciónes de los derechos humanos son Zhou Yongkang, miembro del Partido Comunista que dirige el sistema judicial, y Liu Qi, secretario municipal del partido en Beijing, que está a cargo del gobierno de la capital. Abusan de su poder con el fin de privar a los ciudadanos de sus derechos cívicos y democráticos.

El 10 de diciembre de 2008, d
espués de visitarme en la cárcel hasta siete veces en un mes, la policía política me pidió finalmente, en nombre del Ministerio de Relaciones Exteriores, del Ministerio de Seguridad Pública y del Comité Municipal de Beijing, que hiciera una declaración pública rechazando el Premio Sájarov a la libertad de Pensamiento y que rechazase también mi candidatura al Premio Nobel de la Paz. A cambio, sería puesto en libertad bajo fianza en dos meses, podría recibir tratamiento médico, y me darían la doble cantidad de dinero que ingresaría con los dos premios.

En la cárcel, esposado a menudo de pies y manos, deseé muchas veces recuperar mi libertad y reunirse con mis padres, esposa e hija, que entonces tenía menos de un año de edad. Pero no podía ser a expensas de la dignidad humana.

 No me preocupaba el premio y la nominación, sino los ciudadanos chinos que luchan por los derechos humanos y que, por ello, son despojados de sus derechos civiles. La dignidad humana no está en venta. No se pueden quebrantar los principios. La moralidad no puede ser comprometida. Esto demuestra además cuánto influyen moralmente en el gobierno chino el Premio Sajarov y el Premio Nobel. No pueden obtener otra victoria más allá de su desprecio y su uso de la violencia. Los líderes del Partido Comunista Chino están muy preocupados de que estos galardones puedan convertirse en un torrente de agua caliente sobre su congelado suelo.



La mañana del 10 de octubre de 2008, de repente, me encontré siendo escoltado desde mi celda de la lejana prisión de Chao Bai, en Tianjin, a una prisión de Beijing, lo que suponía reducir considerablemente la distancia a la que mi madre, esposa e hija tenían que viajar para visitarme mensualmente. Un año más tarde me enteré de que este traslado se debió a que ese día se anunció mi nominación al Premio Nobel de la Paz.

 Me gustaría que el mundo supiese que, tanto ser nominado, como recibir el Premio Nobel de la Paz, supone un grado indiscutible de protección a los disidentes encarcelados en China, cuyas libertades individuales han sido restringidas ilegalmente, y mejora las condiciones insalubres en las que permanecen encerrados. Sin la nominación la situación sería mucho peor. Un día se sabrá de boca de Liu Xiaobo los efectos del Premio Nobel de la Paz en sus condiciones de detención.



Liu Xiaobo está en la cárcel porque participó en la «Carta 08». En los tres años que han pasado desde su redacción, 13.000 personas han firmado este texto, sólo una persona de cada 100.000 en China. Esta situación es el resultado del terror y los mecanismos de censura en la red que han impuesto los dirigentes chinos a la sociedad civil. Firmé la «Carta 08» poco después de mi liberación, a principios de este año. Mi esposa, Zeng Jinyan, fue una de las primeras hacerlo. Cuando la firmé recordé la época previa a la celebración de los Juegos Olímpicos, cuando suscribí muchas peticiones por cuestiones relacionadas con los derechos humanos. En aquel entonces, trabajé a menudo con Liu Xiaobo. Nunca imaginé que  terminaría en la cárcel por haber firmado la carta.



En realidad, Liu Xiaobo no era un objetivo específico del Partico Comunista Chino, que le usó para intimidar a todos los demás ciudadanos chinos que pudieran querer seguir promoviendo la democracia constitucional. La carta describe el proyecto de una sociedad china que apoya gran parte de la población. Sólo se reafirman valores universales. Todo el mundo en China tiene derecho a expresar su visión de una sociedad ideal sin sufrir intimidaciones de la policía política del Partido Comunista. Yo creo que los valores universales que se recogen en la «Carta 08», estarán recogidos en la Constitución china en los próximos 10 años y acabarán poniéndose en práctica.



El año pasado, en diciembre de 2010, el mundo vió la silla vacía en la ceremonia que otorgó el Premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo, un ciudadano de la parte continental del país. Un Nobel de la Paz a menudo es motivo de orgullo colectivo de una nación, un país o un continente. El galardón había llegado a China, el imperio más grande y autoritario de la historia del mundo. Doy las gracias al jurado del Premio Nobel de la Paz por escoger a un disidente chino.



Las controversias que surgieron aquí y allá, dentro de China y en el extranjero, no importan. Lo que cuenta es el principio fundamental de libertad. Todo ciudadano acusado de «incitar al derrocamiento de la autoridad estatal» es inocente, debe ser liberado inmediatamente y sin condiciones, y debe limpiarse su buen nombre. Si creemos en la justicia y en la democracia, tenemos el deber moral hacia Liu Xiaobo y Liu Xia de conseguir que China se convierta en una tierra donde prevalezca el derecho a la libertad individual y a la libertad de expresión.



Nuestro adversario es la maquinaria violenta de los tiranos. Tenemos que resistir y cambiar el sistema autoritario en lugar de permitir que siga reprimiendo a los disidentes y a los defensores de los derechos humanos. Las autoridades explotan nuestro miedo, nuestra indiferencia y nuestras rencillas personales. A los ojos de los dictadores, todos somos objeto de represión. No hay seres humanos perfectos en el mundo real. Aquellos que llamamos héroes son gente normal que hace cosas extraordinarias. El héroe es, a menudo, alguien que constantemente tiene que superar sus propios miedos con el fin de seguir luchando por la libertad.

Cuando queramos criticar a los demás, debemos convertirnos primero en los héroes de nuestros propios principios.

Los tiranos se valen de nuestros temores y de nuestra propios desacuerdos. Dejemos a un lado nuestras diferencias y aceptemos las debilidades de la naturaleza humana. Sólo uniéndonos y aceptando al otro formaremos un contrapeso ante las presiones autocráticas y restableceremos el equilibrio. En este invierno helado debemos reforzar nuestra solidaridad. 


La web del Premio Nobel de la Paz está bloqueada en China por la «Muralla de Beijin» que quiere imponer el Partido Comunista Chino. Al igual que el régimen del Apartheid sudafricano lo fue en su entonces, China es ahora el campo de batalla más grande del mundo democrático. Contamos con Liu Xiaobo, con el activista de derechos civiles Chen Guangcheng, con el artista Ai Weiwei, con el abogado de derechos humanos Gao Zhisheng y con muchos otros. También tenemos a cientos de millones de ciudadanos chinos en Internet y en el mundo real, que luchan valientemente por sus derechos civiles. La democratización de China concierne a todo el mundo. Es esencial para garantizar la paz mundial. China ha sufrido muchas guerras y conflictos fratricidas. Sólo mediante la democratización racional y progresiva se conseguirá una transición pacífica.


Hoy celebramos las primaveras árabes mientras deseamos la llegada de la primavera de Beijing. Una vez más, agradecemos al Comité del Premio Nobel de la Paz por haber elegido a China, y a todo el mundo por apoyar al pueblo chino en su lucha por la libertad.