Recuperar el espíritu del Cádiz de 1812

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19.03.2012 10:19

¡Viva la Pepa! Este grito salió de las gargantas del pueblo, tras conocerse la aprobación por la Asamblea constituyente reunida en la isla de San Fernando de la primera Carta Magna liberal que tuvo nuestro país y que no dejó indiferente a Europa ni a muchos países iberoamericanos. Fue el 19 de marzo de 1812, día de San José. Si duda, “la Pepa” se convirtió en aquel entonces, en mitad de la Guerra de la Independencia contra la ocupación del francés, en un símbolo de libertad con un alcance y repercusión que ninguna otra Constitución española ha tenido.

Dos años antes, el 10 de noviembre, había visto la luz de la mano  de los señores diputados españoles, reunidos en las Cortes generales y extraordinarias de la Real Isla de León, el Decreto IX relativo a la libertad política de la Imprenta que en su Artículo I dice : “Todos los cuerpos y personas particulares de cualquiera condición y estado que sean, tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión y aprobación alguna anteriores a la publicación”, baxo las restricciones y responsabilidades que se expresarán en el presente decreto.”, en referencia a las establecidas en las leyes. Sin duda, un primer paso importantísimo: liberar la palabra. El texto fue recogido íntegro en el artículo 371 de la Constitución de 1812, que fue la primera aprobada en Europa y constituyó una novedad. Naturalmente no lo fue frente a las constituciones de la revolución norteamericana o francesa pero sí para una Europa que, en general, estaba volviendo rápidamente a los antiguos regímenes. En ella se recogían los principios básicos liberales de la época: soberanía nacional, división de poderes, libertad de expresión y libertad de conciencia con la consecuente abolición de la Inquisición.

¿Cómo era el Cádiz de la época, sitiada por las tropas francesas? Pues sorprende que la España en llamas, la España en plena guerra, la España que se consideraba retrógrada, que se había mantenido marginada en el  debate entre partidarios o detractores de los regímenes absolutistas del Siglo XVIII y que, a causa de la invasión napoleónica, de pronto, se vio colocada en el centro de la gran polémica europea entre liberalismo y absolutismo, encontrara en Cádiz un receptáculo abierto a las ideas del Siglo de las Luces para modernizar España. Y fue precisamente en esta ciudad portuaria, moderna, europea a la vez que americana y de talante liberal, del sur de la Península, donde fueron a refugiarse los políticos que se escaparon del asedio napoleónico y hallaron una lugar en el que ilustrados e inmovilistas, partidarios del antiguo régimen absolutista, podían encontrar un punto de conciliación para discutir extremos tan acusados e importantes. En  este aspecto, la España constitucionalista ha tenido siempre un punto de referencia en Cádiz.

Las Cortes se reunieron en primera instancia en la entonces llamada Real isla de León, hoy San Fernando, en el recinto del Teatro de la isla. De allí, por cuestiones de seguridad, las reuniones de la asamblea se trasladaron más adelante a la Iglesia de San Felipe Neri de Cádiz, sede donde ya de manera permanente se desarrollaron los debates.

A la idea de libertad que se defendió en San Fernando, se contraponía la de los absolutistas. En efecto, los diputados que se reúnen en la isla no eran todos liberales. Estaban los absolutistas convencidos, católicos de macha martillo, partidarios de la Inquisición incluso. Pero el desarrollo de las sesiones de la asamblea constituyente, desde 1810 hasta 1812, fue realmente modélico, porque mientras las cortes se celebraban en una ciudad asediada, en una ciudad que sufría  bombardeos continuos por parte de los franceses y a pesar de la crispación que existía entre absolutistas y liberales, nunca tuvieron un carácter violento. O sea que en un marco español de extrema agresividad, cual simboliza la figura del guerrillero contra la ocupación, por contraste, en el recinto de San Felipe Neri, tenía lugar un tipo de debate en el que se exponían razones, en el que se argumentaba, a veces con una oratoria inflamada, pero que sin embargo difícilmente traspasó nunca los límites del respeto y del diálogo. Fue también una particularidad el hecho de que ocuparan los escaños parlamentarios  noventa eclesiásticos, seis obispos, 21 canónigos, además de clero regular y aún más, militares partidarios del antiguo régimen, aristócratas,  junto a liberales bastante radicales en el sentido de querer imponer, sobre todo la soberanía popular y con ella la elección de los representantes por parte del pueblo sin que se tiraran los trastos por la cabeza.

Posiciones tan radicales, tan opuestas en las que todos creían jugarse tanto, nunca se defendieron pues con violencia, sino con la palabra. La palabra fue el gran instrumento de las Cortes de Cádiz. Esto es muy significativo porque la primera Constitución que se hizo en España no se impuso  de una forma  tajante, rupturista, revolucionaria. Se redactó mediante la discusión, poniendo los temas sobre la mesa y hablando de ellos aunque a veces fuera con mucho apasionamiento. Una prueba de este talante dialogante del Cádiz de 1812 se halla en el florecimiento de una prensa plural como no la ha vuelto a haber en nuestro país. La prensa como órgano, como instrumento, como conducto, como vehículo para expresar ideas. Y por tanto se daba una prensa de ideas contrapuestas  Había una prensa absolutista y también  una prensa liberal. Dentro de esta prensa liberal convivían  una más extremada, radical y otra más moderada. Era la diferencia entre moderados y exaltados. Pero se exponían las ideas de una forma absolutamente libre.  Tan importante fue la prensa en la época de las Cortes de Cádiz que llegó a haber hasta setenta periódicos, naturalmente de diferente duración. Unos más fugaces, otros que  duraron a lo largo de todas las sesiones parlamentarias. Unos eran muy serios, otros, más bien satíricos. Unos eran muy radicales tanto desde un punto de vista liberal como del absolutista, otros eran más ponderados y conciliatorios. Pero todos ellos fueron de una importancia extraordinaria porque la prensa era el eco de todo el debate intenso, a veces muy reñido, que se estaba llevando a cabo en el interior de la Iglesia de San Felipe Neri. Sin la prensa, se puede decir que las Cortes constituyentes no hubieran tenido el eco, la repercusión que tuvieron. Esto dice mucho de la autenticidad de estas Cortes. Porque uno de los objetivos de los constituyentes era la libertad de prensa, asegurar la libertad de expresión.

Hoy, corriendo este año 2012, dos siglos después de la promulgación de aquella Carta Magna por los señores diputados de las Cortes de Cádiz, quienes nos consideramos herederos del espíritu y la letra de aquella Carta Magna, reivindicamos su talante universalista, abierto y dialogante en tiempos de gran zozobra política, social y de pérdida de valores. Quizá debería ser el momento de hacer una honda reflexión sobre las agitadas aguas que golpean la vida de los españoles. Recuperar el espíritu del Cádiz de “la Pepa” debería ser nuestro objetivo.

María Dolores Masana Argüelles

Vocal de la Junta Directiva de Reporteros sin Fronteras

Vicepresidenta de la Comisión de Quejas y Deontología de la FAPE