HUNGRÍA | Victor Orbán, un enemigo de la libertad de prensa que acaricia un tercer mandato

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Viktor Orbán espera que las elecciones parlamentarias que Hungría celebra este domingo, 8 de abril, le den un tercer mandato como primer ministro. En su intento de silenciar todas las críticas, este hombre fuerte ha remodelado por completo el sector mediático húngaro en los últimos seis años.

Desde su regreso al poder en 2010, Orbán ha propiciado tantos cambios en el panorama mediático húngaro que ya casi ningún propietario de medios anterior a 2010 lo sigue siendo. En este camino, se ha acarreado muchas advertencias de la Unión Europea.

Control sobre los medios estatales y los oligarcas

La radio y la televisión estatales fueron el primer objetivo. Después, el gobierno apuntó a los medios privados, dejándolos sin contratos publicitarios estatales. Los aliados de Orbán se hicieron con el principal diario opositor, Nepszabadsag, en 2016, pocos días después de forzarlo a la bancarrota. Los oligarcas partidarios de Orbán compraron luego todos los diarios regionales.

Los empresarios aliados del partido Fidesz de Orbán tienen ahora una posición dominante y a menudo de monopolio en prácticamente todos los medios, ya sean diarios locales, televisiones comerciales nacionales, periódicos sensacionalistas, diarios digitales o semanarios políticos.

Los grupos de medios controlados por estos empresarios llegan a un público mucho más amplio que los medios independientes o críticos (aparte de los diarios digitales). Además, independientemente de su rentabilidad en el mercado, los medios pro Fidesz obtienen importantes ayudas estatales en forma de publicidad institucional y subsidios oficiales basados en decisiones completamente arbitrarias por parte de los funcionarios.

Mientras tanto, el número de medios de comunicación independientes que gozan de buena salud financiera sigue en caída.

La polémica ley de 2010 que revisó los medios estatales y creó un Consejo de Medios con poderes totalmente desproporcionados abrió el camino para dirigir el control político sobre el contenido editorial de los medios de servicio público y los convirtió en herramientas de propaganda.

«Si Fidesz obtiene una mayoría de dos tercios, será una masacre para los medios, pero si obtiene solo una mayoría simple, los medios podrán respirar nuevamente», afirma Péter Pető, director adjunto del diario digital independiente 24.hu. «La propaganda actual no puede sostenerse porque todos, incluidos los miembros de Fidesz, se dan cuenta de que tiene sus límites. Con un poco de suerte, Fidesz tendrá que cambiar sus tácticas hacia los medios».

Veto a medios y a periodistas

Desde 2010, Fidesz se ha preocupado de garantizar que los medios no alineados con una audiencia significativa permanezcan alejados de las campañas electorales. En esto es de ayuda la ley electoral de 2010, pues prohíbe la publicidad política en los medios comerciales.

Orbán ha dicho en repetidas ocasiones durante esta campaña que «el tiempo de los debates» ha terminado. Aunque los partidos de la oposición tienen programas electorales sustanciales, reciben muy poca atención de los medios porque Fidesz se niega a participar en los debates sobre cuestiones de política pública. Se trata de una decisión deliberada, adoptada con el objetivo de evitar una repetición de los reveses de 2002 y 2006, cuando Fidesz aún debatía con los líderes de los otros partidos.

La constante negativa de los líderes de Fidesz a hablar con periodistas de medios de comunicación que no son afines al partido refuerza la polarización de gran parte de los medios. Por un lado, los progubernamentales están obsesionados con los inmigrantes, en defender las fronteras de Hungría y en su odio hacia el multimillonario húngaro-estadounidense George Soros. Por otro, los medios sensacionalistas están repletos de historias de todo tipo de escándalos.

Una de las más graves restricciones impuestas a los medios es la prohibición selectiva de los periodistas que cubren el Parlamento húngaro. El portavoz de la Asamblea Nacional está facultado para restringir como bien le parezca el acceso de periodistas. Suele usar este poder para prohibir el acceso a periodistas críticos, y a veces a todos los de medios de comunicación determinados.

El gobierno prohíbe que los funcionarios, especialmente los directores y el personal de las instituciones públicas, hablen para los medios sin su permiso previo. Algunos medios de comunicación ya no tienen derecho a dirigirse a miembros del gobierno o a hacer preguntas durante las ruedas de prensa. El portavoz del gobierno incluso recriminó recientemente a periodistas extranjeros que intentaron hacer una pregunta durante una conferencia de prensa.

El mes pasado, Orbán se negó a responder las preguntas que le hizo un canal de noticias de televisión crítico, HírTV, argumentando que no es más que una fuente de «noticias falsas». La Constitución húngara de 2011, no obstante, dice que «Hungría (…) debe garantizar la libertad de recibir e impartir información en una sociedad democrática».

El mes pasado, RSF preguntó al portavoz del gobierno, Zoltán Kovács, sobre la negativa de los miembros del ejecutivo a responder las preguntas de ciertos periodistas. Contestó que se reservaba el derecho de decidir a quién consideraba periodista, porque algunos periodistas, dijo, son solo «activistas que ejercen una actividad periodística».

Las amenazas a periodistas extranjeros son una fuente de creciente preocupación. En los últimos meses, varios corresponsales que han trabajado en Hungría durante muchos años han explicado a Reporteros Sin Fronteras que les resulta cada vez más difícil trabajar.

Desde que Orbán regresó al poder, Hungría no hace más que caer en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de RSF. Actualmente ocupa el puesto 71 de 180 países. Para saber más, el Informe Anual de la organización.

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