Lápices contra balas
08.01.2015 21:29
En democracia, la sátira, la ironía, la burla, han sido siempre un referente fundamental de la libertad de expresión
Una vez más los periodistas se han convertido en objetivo de las armas del terrorismo jihadista. Ocho profesionales del semanario francés “Charlie Hebdo”, cuatro de ellos dibujantes satíricos, fueron asesinados a tiro limpio cuando pergeñaban el próximo número semanal de la revista. Pluma y “boli” en mano, no pudieron enfrentarse a los mortíferos kaláshnikov de los asaltantes islámicos. Lápices contra balas. Pensamiento contra fanatismo. Hablando claro y limpio, el cruento ataque contra “Charlie Hebdo” fue un acto de guerra contra la libertad de expresión.
El semanario francés ejercía desde su fundación el derecho a la crítica, a la sátira, a la burla, incluso la irreverencia como revulsivo contra personajes, credos e instituciones, haciendo uso legítimo de su derecho a discrepar de lo políticamente correcto. Y es que la sátira, la ironía, la burla han sido siempre un referente fundamental de la libertad, la tolerancia y la democracia. Su vehículo mayoritario, la prensa. A menudo especializada como en este caso. Pero a día de hoy, este principio tan básico es para algunos y cada vez más, motivo de persecución y escándalo. Los humoristas gráficos se hallan en el punto de mira del fanatismo islamista desde que el diario danés Jylland’s Posten publicara, en el año 2005, las tristemente famosas viñetas de Mahoma. La dirección y redacción de “Charlie Hebdo” lo sabía pero no se dejó amilanar. Y ha pagado un alto precio.
¿Por qué se niega el derecho a la burla? Una sociedad que quiera mantenerse libre no puede amilanarse ante ataques tan frontales a sus valores prioritarios. La libertad de expresión emana del pensamiento liberal de la Ilustración que iba dirigido contra cualquier poder que la reprimiera ya fuera político, religioso o de cualquier otra índole. Escribió John Stuart Mill: “en caso de duda, hay que apostar por la libertad de expresión.”. Si en un país libre no se puede ejercer la crítica respecto a un credo, del tipo que sea, si aceptamos que se pongan límites a las ideas, terminaremos por consentir que se acabe haciendo lo mismo sobre conductas no específicamente delictivas, en una escala decreciente hasta llegar a perder la condición de ciudadanos.
La repulsa y condena ha sido unánime en los países democráticos. “Yo soy Charlie” fue el lema de las concentraciones populares en muchas ciudades del mundo. Todos somos Charlie. Pero hay que ir más allá, sacar punta al lápiz y seguir el llamamiento que Reporteros sin Fronteras lanzó a los medios de comunicación de todo el mundo: reproducir masivamente las viñetas del semanario francés, desencadenantes del abominable atentado de París. Sin miedo. Es la mejor respuesta. La única, diría yo. Lápices contra balas. No hay otra.
María Dolores Masana Argüelles
Ex presidenta y miembro de la junta de Reporteros Sin Fronteras.
Vicepresidenta de la Comisión de Quejas y Deontología de la FAPE