INFORMES | «Blasfemia: la información sacrificada en el altar de la religión», nuevo informe de RSF

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| «Blasfemia: la información sacrificada en el altar de la religión», nuevo informe de RSF
12.12.2013 10:17

En demasiados países las noticias y los proveedores de información se enfrentan constantemente a una forma de censura muy particular: la que se ejerce en nombre de la religión o del mismo Dios. Con cada vez mayor frecuencia, esta voluntad de frustrar la libertad de información invoca a un concepto difícil de definir y muy subjetiva, el de los «sentimientos de los creyentes».

Es un campo de minas. Reporteros Sin Fronteras (RSF) lo ha analizado y ofrece sus recomendaciones en el informe que se publica este 12 de diciembre de 2013 con el título «Blasfemia: la información sacrificada en el altar de la religión». Apoyado en múltiples casos de los que RSF ha hecho seguimiento en Oriente Medio, África, Asia e incluso en algunas zonas de Europa (el hemisferio occidental es la excepción), el informe aborda el tema desde tres ángulos.

Informe completo en Español (PDF)

La primera parte describe las frecuentes violaciones del derecho a saber, a veces crueles, cometidas en nombre de la defensa de lo sagrado, e ilustra cómo el uso de la porra religiosa contra periodistas y blogueros sirve, sobre todo, a intereses políticos. De hecho, la censura religiosa rara vez se utiliza para suprimir la verdadera blasfemia o la violación del dogma.

En el Irán de los mulás, los emiratos del Golfo Pérsico e incluso en aquellos países en los que los patriarcas cristianos ortodoxos aún ejercen una influencia considerable, los periodistas son tildados de herejes en cuanto se atreven a informar sobre prácticas de poder poco santas de un régimen o de su clero. Si se atreven a denunciar las atrocidades de un grupo armado islamista en Pakistán, Bangladesh o Nigeria, se convierten en infieles a combatir incluso aunque sean musulmanes.

Aunque  se utilice con fines políticos, la religión ejerce a menudo un peso real en las sociedades en las que no se reconoce una frontera entre lo secular y lo espiritual. Una publicación omaní citó a homosexuales que consideraban que su situación en Omán era mejor que en las vecinas petromonarquías por derecho divino, y fue acusada de promover la «depravación moral», y por lo tanto, de «sacrilegio». Los signos de secularización -como el papel de la mujer, la sexualidad y la reproducción- están rodeados de tabúes.

La segunda parte del informe analiza los diferentes tipos de leyes que penalizan los ataques a la religión o a los «sentimientos de los creyentes». Dichas leyes existen en casi la mitad (el 47%) de los países del mundo. Sólo los estados islámicos de la línea más dura criminaliza la apostasía (el acto de renunciar a la propia religión), que se castiga con la muerte en ciertos casos. Pero la blasfemia está penalizada en al menos 31 países, entre ellos Grecia, Italia e Irlanda (que ha  actualizado la legislación en 2010) y la «difamación de la religión» está criminalizada en 86 países.

Las aplicaciones más severas no se restringen a los países con un Estado religioso, donde el dogma y sus representantes tienen que ser protegidos. En los países en los que coexisten diferentes comunidades religiosas los gobiernos reprimen a menudo cualquier información susceptible de despertar pasiones. Con un doble filo, las legislaciones de los países que fueron repúblicas soviéticas limitan lo que es «aceptable desde el punto de vista periodístico» y sancionan a un mismo tiempo las «ofensas a la religión » y el «extremismo».

La tercera y última parte del informe examina las consecuencias diplomáticas de la presencia de la religión en el espacio público, en la era de Internet y de las noticias e información globalizadas. El mayor impacto lo ha causado una campaña de los países miembros de la Organización para la Cooperación Islámica (OCI) que casi sacrifica la libertad de información mediante una peligrosa resolución de las Naciones Unidas de 2007 que contó con el extraño respaldo de países ateos como China, Vietnam y Cuba .

Atenuada durante un tiempo, la ofensiva se retomó en 2012 a raíz de la publicación en Youtube del video ‘La inocencia de los musulmanes’. Los países de la OCI no son los únicos que elevan la voz contra sus libertades universales. Rusia ha tomado el testigo con su defensa de los «valores tradicionales «, promovidos desde 2009 en tres resoluciones presentadas al Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Se abre un nuevo frente en la lucha por la libertad de información. A la luz de las conclusiones de este informe, y conforme a su misión y sus principios, Reporteros Sin Fronteras:

  • Insta a las instituciones internacionales y sus organismos filiales a rechazar los intentos ciertos Estados por poner la lucha contra la «blasfemia» y la «difamación de la religión» a la misma altura que las violaciones de los derechos humanos fundamentales.
  • Espera que todas las restricciones a la libertad de información y de expresión en nombre de la religión vayan desapareciendo de la legislación de los países europeos que aspiran a convertirse en un ejemplo en el respeto a los derechos humanos y el pluralismo.
  • Aprueba la resolución de la Asamblea General de la ONU del 19 de diciembre 2011, pero recuerda que «la lucha contra la intolerancia, los estereotipos negativos, la estigmatización, la discriminación, la incitación a la violencia y la violencia contra las personas, basada en la religión o las convicciones» se aplica tanto a los no creyentes como creyentes, tanto si son mayoría como si no.