CHINA | El «Nuevo Orden Mundial de los Medios» de Pekín, una tribuna de Christophe Deloire y Wu’Er Kaixi

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Por Wu’er Kaixi y Christophe Deloire

Desde la masacre de la Plaza de Tiananmen hace 30 años, China ha alcanzado un desarrollo económico extraordinario. Sin embargo, contrariamente a las expectativas de muchos líderes y analistas occidentales, el país no ha adoptado gradualmente ni la libertad de prensa ni el respeto a los derechos humanos.

Al contrario, como muestra un informe reciente de Reporteros Sin Fronteras (RSF), hoy China está trabajando activamente para construir un «nuevo orden mundial de los medios de comunicación»  basado en la represión, una iniciativa que representa un peligro claro y real para las democracias del mundo.

La libertad de prensa, garantizada formalmente por el artículo 35 de la Constitución china, fue una de las grandes reivindicaciones de los manifestantes de Tiananmen. Pero hoy continúa siendo diariamente reprimida por el aparato estatal y el Partido Comunista Chino.

China es una de las mayores prisiones del mundo para periodistas y ocupa el puesto 177 entre 180 países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras (RSF). La gran mayoría de los 830 millones de usuarios de internet chinos no pueden conectarse al mundo debido a la «Gran Muralla Digital», un sistema ultra sofisticado de censura de internet. Bajo el pretexto de la «armonía social» y la «relatividad de los valores», Pekín rechaza la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El régimen ya no se molesta en ocultar su carácter autoritario. Al contrario, asume un modelo «alternativo» que está trabajando para difundir: el proyecto de «nuevo orden mundial de los medios» es menos conocido que el de las «nuevas rutas de la seda», pero igual de ambicioso.

China se está aprovechando de las divisiones geopolíticas de nuestras democracias. Su propaganda se infiltra en todos los resquicios de tolerancia y apertura que forman los valores democráticos. A medida que las voces de los periodistas se apagan, todas las alternativas a este régimen autoritario se están desvaneciendo, tanto en Pekín como en todos los lugares a los que se exporta. El peligro es conocido:  imposible discutir las opciones políticas o los hechos en sí mismos cuando se impone el discurso oficial a todos aquellos que están allí para cuestionarlo.

El Partido Comunista Chino (PCCh) ya no se contenta con acosar a periodistas de todo el mundo, ni con someter al chantaje de la censura a los editores o las redes sociales. Ahora exporta su doctrina represiva a través de importantes conferencias internacionales como la «Cumbre Mundial de Medios de Comunicación» o la «Conferencia Mundial de Internet». En el sudeste asiático, la ley china inspira reformas para aprovechar más la libertad de prensa… y muchos periodistas están invitados a «aprender periodismo con características chinas».

China ya compite con el periodismo como lo conocemos en nuestras democracias. Desde Suecia hasta Australia, China ha patrocinado contenido publicado en grandes medios occidentales o presiona sobre ellos a través de sus embajadas mientras invierte en un dispositivo de propaganda a escala global.

Para resistir este modelo autoritario, las democracias deben salir urgentemente de la lógica de la competencia, que quiere que todos, en una perspectiva a corto plazo, traten de atraerse los favores de Pekín. Se necesita una respuesta ambiciosa y concertada, más que nunca y a nivel mundial, para defender el espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Para defender la libertad de prensa, no temamos comprometer el equilibrio de poder con los depredadores que la atacan. Juntos, no debemos tener  miedo de alzar nuestras voces o castigar los abusos que afectan a nuestros valores. El tiempo se acaba.

Los días 10 y 11 de julio, los principales defensores de la libertad de prensa se reunirán en Londres para una conferencia mundial sobre este tema, la “Global Conference for Media Freedom”. La invocación de grandes principios no será suficiente: todos deben movilizarse para defender el periodismo, deben aprovechar esta oportunidad no solo para reafirmar los principios fundamentales, sino también para poner fin a la impunidad por las violaciones de la libertad de prensa.

Dicha unidad en la resistencia será la mejor manera de honrar a quienes han pagado un alto precio por defender la libertad de información en China, como el ganador del Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, a quien el régimen ha dejado morir en prisión; y los cientos de periodistas que están detenidos en condiciones inhumanas, como el ganador del premio RSF Huang Qi o el fotógrafo Lu Guang, galardonados con múltiples premios por su trabajo en temas sociales y ambientales en China.

Hace treinta años, miles de manifestantes pacifistas fueron masacrados en Pekín por hacer frente al autoritarismo. Es deber de las democracias mostrar el mismo valor en la defensa de la libertad de prensa y la democracia en el mundo. Si las democracias no resisten la expansión del modelo chino, los manifestantes de Tiananmen no solo habrán muerto en vano, sino que la propaganda china se extenderá por todo el mundo.

Esta tribuna fue escrita y publicada en asociación con el proyecto Syndicate.